Pensamiento simbólico

Los niños comprenden los objetos, las acciones y las personas mediante la observación, la interacción y la exploración. Consiguen formarse una imagen básica del mundo que les rodea mediante la información que reciben por todos los sentidos.

Cuando tienen ocho meses de edad desarrollan la permanencia de objetos. Es decir, saben que los objetos y las personas siguen existiendo aun cuando ya no pueden verse ni oírse. Cuando se dan cuenta de esto lloran porque la mamá se va del cuarto o miran debajo de una cama para buscar un juguete. La permanencia de objetos es necesaria para desarrollar el pensamiento simbólico.

Mientras crecen siguen explorando su entorno familiar y comienzan a jugar con objetos según la manera en que están diseñados para ser usados. Es cuando empujan un coche de juguete para moverlo por el cuarto o ponen un teléfono de madera junto a su oreja. El desarrollo del lenguaje está estrechamente relacionado con esta habilidad cognitiva, pues es cuando los niños empiezan a usar palabras para representar personas y objetos que son significativos en sus vidas. Por ejemplo, “bibi” para biberón o “teta” para el pecho de la madre.

El verdadero pensamiento simbólico emerge alrededor de los 18 meses de edad con la capacidad de pensar mediante imágenes y símbolos. Los niños representan objetos concretos usando imágenes, palabras, gestos o incluso el juego. Por ejemplo, pueden usar un bloque de madera como teléfono o imaginar que cocinan mediante utensilios adaptados. Según crecen van incorporando más acciones simbólicas en el juego de fantasía porque es así como captan el sentido del mundo. Cuando tienen 36 meses ya pueden usar el juego simbólico para resolver problemas, explicar sentimientos y explorar roles y relaciones.

Ejemplo de la vida real

María tiene 34 meses y está jugando con una casa de muñecas. Su madre Ana está sentada cerca pero no juega con ella. María levanta una muñeca y la mueve de acá para allá en la cocina de juguete. Dice: “¡Ven a comer!” María suelta la muñeca y agarra otra más pequeña del piso de arriba de la casa de muñecas. Trae la muñeca a la cocina y dice: “Aquí, Mami”. María levanta la muñeca “Mami” y coloca las dos en la mesa. Se vuelve hacia su madre Ana y le da un muñeco. María señala este muñeco con el dedo y dice: “Papi”. Ana le dice: “¿Quieres que yo sea el papi?” María dice que sí con la cabeza y vuelve a mirar la casa de muñecas.

Indica con el dedo la sala de estar de juguete y dice: “Papi sienta”. Ana coloca el muñeco en el sofá de juguete. La niña agarra las dos muñecas y las coloca al lado del muñeco que hace de padre. Luego deja atrás la caja de muñecas para caminar hacia una mesa cercana donde hay una caja registradora de juguete. Toca algunos botones y la caja se abre. María saca algunos billetes de juguete y le pasa uno a su madre Ana. Ésta dice: “¡Gracias! Voy a comprar fruta”. María se agacha y extiende la mano hacia una canasta que está debajo de la mesa. Escoge una manzana de juguete y se la da a Ana. Después se queda el billete de Ana y lo devuelve a la caja registradora.

Este ejemplo ilustra el desarrollo de las habilidades cognitivas de María. Primero usa los muñecos como representación de su familia y les asigna roles específicos. Puede demostrar la imitación aplazada y el pensamiento simbólico al actuar dos secuencias que conoce: la cena y el sentarse juntos la familia. Usa el lenguaje para indicar lo que se representa y para hacer que su madre participe en el juego. Esto sucede cando le da a Ana el muñeco que hace de padre y nuevamente cuando le da los billetes. La niña también demuestra sus habilidades de memoria al agacharse automáticamente para darle a su madre Ana una fruta sin tener que buscarla. Finalmente, María demuestra un entendimiento básico de las cantidades monetarias al entregarle una fruta a su madre, después de que indicara que es esa la que quería.