Planteamientos del aprendizaje


 

Los niños nacen listos para aprender y los primeros tres años de sus vidas son el periodo en el que forman los hábitos para abordar y explorar su mundo. Según la calidad de sus primeras experiencias terminarán formando actitudes sanas o desagradables frente a los procesos de aprendizaje posteriores.

Las primeras relaciones de un niño, sus contextos culturales y sociales y las influencias individuales tienen un impacto directo en su planteamiento y sentimientos hacia el aprendizaje. Los niños que tienen relaciones seguras y caracterizadas por el tierno cuidado de los padres en sus vidas demuestran una actitud positiva ante el aprendizaje. Tienen un interés fuerte y atrevido para explorar el mundo a su alrededor y compartir el placer por descubrir cosas nuevas. Estos “planteamientos” son los que ponen el cimiento para los estilos de aprendizaje individuales de cada pequeño y los preparan mejor para aprender cuando se introducen las complejidades posteriores.

Las relaciones sanas y seguras ponen el cimiento de todas las áreas del desarrollo y esto es cierto también en el caso de los planteamientos personales que hace cada niño hacia el aprendizaje. Cuando se sienten seguros y confían en su mundo pueden explorarlo con una confianza y fortaleza creciente. Como se sienten apoyados por sus padres están más dispuestos a intentar cosas nuevas y asumir riesgos apropiados mientras exploran. Cuando los papás participan con sus hijos y los apoyan para descubrir su mundo y resolver problemas, fomentan valiosos sentimientos positivos de dominio y auto-estima en sus hijos. Esta positividad es muy importante para construir la manera óptima en que se terminarán relacionando con los compañeros y manejarán nuevas tareas, aumentando su capacidad para prestar atención y formarse el propio concepto del yo y la autoconciencia. Los padres deben estar además muy atentos a la evolución de sus hijos, pues en las preferencias y gustos cognitivos que demuestran es donde se comienza a apreciar el perfil intelectivo de los pequeños y sus rasgos de la personalidad más característicos.

La cultura y la religión también influyen en la manera de aprender de los niños, ayudando a conformar las cualidades y experiencias de aprendizaje que se animan y se aprecian. Algunas pueden preferir la persistencia y la atención más que la curiosidad o la toma de riesgos. En estos casos no se anima a los niños a ensuciarse mientras exploran el entorno exterior, pues los padres estiman que unos hijos limpios y ordenados reflejan mejor en su entorno social la buena crianza y educación. Por el contrario, otras culturas animan a los niños a experimentar actividades con todos sus sentidos y no les importa si los niños se ensucian en exceso. Es importante tener en cuenta estas diferencias. Porque todos los niños consiguen sacar provecho de cualquier contexto sociocultural y religioso que fomente el aprendizaje de manera positiva y con significado. No obstante, lo más importante es el fomento de las cualidades con las que los niños se sientan más cómodos y eso incluye el respeto por las preferencias culturales y religiosas de todas familias.

También contribuyen sustancialmente a la forma en que los niños aprenden sus propias preferencias individuales, como el temperamento y los rasgos intelectivos y de la personalidad según su grado del desarrollo. Algunos lo hacen observando sus entornos de forma más o menos estática, captando toda la información que reciben mediante el entendimiento. Otros niños necesitan relacionarse con el mundo mediante el movimiento explorando todo físicamente. Otros necesitan una permanente relación social y hablar con todo el mundo. Ninguno de estos planteamientos es por sí mismo correcto ni incorrecto. Todos ellos son adecuados en la medida que resaltan las características únicas de la personalidad de cada niño. Los papás deben ser sensibles al temperamento de cada uno de sus hijos asegurándoles ánimos y relaciones en las maneras que correspondan mejor con sus estilos singulares y el grado de desarrollo de sus capacidades físicas e intelectivas, porque cada pequeño tiene su propio proceso de crecimiento psicomotriz e intelectual. Es conveniente que los padres personalicen de la manera que estimen más oportuna los entornos con el fin de satisfacer las necesidades individuales de cada uno de sus hijos.

Por lo tanto, es muy importante preocuparse por conocer las capacidades naturales de los niños y proveerles apoyo personalizado cuando sea necesario. A todos los peques les interesa el mundo a su alrededor, lo llevan impreso en su naturaleza. Las actitudes y “planteamientos” que tienen ante el aprendizaje están mediatizados por las experiencias diarias. Los padres hacen bien en animar el desarrollo de actitudes sanas ante el aprendizaje preparando ambientes enriquecedores, apoyando a sus hijos para que resuelvan problemas desde sus propias perspectivas personales, animándoles a compartir sinceramente sus logros. Los padres (y muy especialmente la madre) son los primeros maestros y los más importantes, porque son los que ponen el cimiento del aprendizaje y el desarrollo futuro.